Córdoba la Docta, le dicen. De qué otra forma podrÃan llamarla si aquÃ, en esta ciudad fundada por Jerónimo Luis de Cabrera en 1573 âen principio como asentamiento que sirviera de refugio frente a las luchas con los aborÃgenes, para poder comerciar en la regiónâ, se creó la primera universidad del paÃs. Pero esta bellÃsima y populosa ciudad, además de ser reconocida como erudita y universitaria, cuna del cuarteto y plataforma de salida hacia las sierras que dominan el vasto y rico interior provincial, es también una urbe histórica, marcada por el legado que dejaron los jesuitas. La orden se instaló aquà en el siglo XVI, y fueron sus los encargados de erigir los magnÃficos edificios que aún hoy están en pie y forman parte de la Manzana JesuÃtica, Patrimonio Cultural de la Humanidad declarado por la Unesco. 12u54
âUna de las caracterÃsticas de los jesuitas fue su profunda educación y el interés que tenÃan por ellaâ, explica el historiador Fernando Blanco, que acompaña a TurismoI12 en un recorrido por los edificios históricos. âCórdoba iba ser la capital religiosa; entonces, el papel de los jesuitas como evangelizadores tendrÃa gran importancia. Iba a ser impactante, sobre todo siendo una ciudad pequeña como lo era en sus inicios.â
LA MANZANA En 1599, los jesuitas se radicaron en Córdoba, en los solares cedidos por el Cabildo a la ciudad, donde habÃa una pequeña ermita que luego quedarÃa chica para albergar a religiosos y estudiantes. A partir de 1608 comenzaron a levantar los edificios que hoy comprenden la Manzana JesuÃtica: el Colegio Máximo (1610), la Universidad (1622), la Iglesia de la CompañÃa de Jesús y la Capilla Doméstica (entre 1644 y 1671) y el Colegio Convictorio Nuestra Señora de Montserrat (1687).
Estos edificios, asà como los monumentos y museos del centro histórico, fueron restaurados e iluminados recientemente por el gobierno provincial. Una buena opción para recorrer la Manzana JesuÃtica y alrededores es comenzar por la Iglesia de la CompañÃa de Jesús, ubicada en la esquina de Obispo Trejo y Caseros. âPara mà es la iglesia más bonita de la ciudad. Es muy sencilla por fuera, pero por dentro tiene un altar muy barroco, una expresión muy clara del arte jesuÃtico en Américaâ, apunta Fernando Blanco en medio del barullo de un grupo musical callejero que aprovecha esta zona peatonal, donde circula muchÃsima gente, para hacerse escuchar. Construida en forma de cruz latina, su austera pero bella fachada de piedra contrasta con la ornamentación del interior. Es que tanto aquà como en la Capilla Doméstica se encuentran algunas de las máximas expresiones barrocas de América latina.
Continuando por la peatonal se encuentra el edificio del Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, donde funcionan la Biblioteca Mayor y la Facultad de AbogacÃa. En principio, el Colegio Máximo, como se lo conocÃa, era una residencia de estudiantes donde se dictaban clases de FilosofÃa y TeologÃa para los de la Orden. En 1622, a través de una cédula real del rey Felipe IV, se lo reconoce oficialmente como universidad, la cuarta en América. Este lugar fue, por dos siglos, la sede de la única universidad del paÃs. En su biblioteca aún se conserva una gran colección de incunables y libros jesuitas.
Siguiendo por la peatonal Trejo, en la esquina con la calle Duarte y Quirós, se llega al Colegio Montserrat, el más antiguo del paÃs. Su fundación fue aprobada definitivamente por el rey Felipe V, en una Cédula de diciembre de 1716, aunque ya funcionaba desde abril de 1695. Los jesuitas fueron expulsados del paÃs en 1767 por orden del rey Carlos III, y el colegio permaneció en manos de los franciscanos hasta 1807. Luego pasó a controlarlo el clero secular hasta 1820, y más adelante perteneció a la provincia, hasta 1854, año en que fue nacionalizado. Este perÃodo se prolongó hasta 1907, cuando pasó a depender de la universidad, como hasta el dÃa de hoy. Por sus aulas pasaron, entre otros, Juan José Paso, Juan José Castelli, José MarÃa Paz, Nicolás Avellaneda, Leopoldo Lugones, Dalmacio Vélez Sarsfield y el deán Gregorio Funes. En el subsuelo hay varias celdas de aislamiento, adonde se solÃa mandar a los estudiantes castigados. Y en el museo se encuentran los dictámenes de la época que mencionaban el castigo. La leyenda cuenta que por debajo del colegio se encuentra una de las entradas a los túneles que recorren el centro cordobés, uniendo, en un sinuoso laberinto, iglesias y conventos.
CABILDO Y CATEDRAL A tres cuadras de la Manzana JesuÃtica, frente a la plaza San MartÃn y su gigantesca estatua del Libertador, en el mismÃsimo corazón histórico de la ciudad, se erige la bellÃsima Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Se trata de la Catedral, una verdadera joya arquitectónica que demoró casi 200 años en terminarse y hoy es Monumento Nacional. âSe tardó tanto porque, en principio, no habÃa en América personas con conocimientos de arquitectura. Se hacÃa todo como se podÃaâ, explica uno de los guÃas de la Agencia Córdoba Turismo, que realiza varios recorridos diarios por el centro histórico.
La construcción, que comenzó en 1580 y concluyó en 1758, pasó por varios derrumbes y comenzó a tomar verdadero impulso sólo cuando el Obispado de las tierras de Tucumán pasó a Córdoba en 1699, sobre todo por la intervención de los arquitectos jesuitas Andrés Bianchi y Juan Bautista Primoli, responsables de varias edificaciones coloniales en el paÃs. Los últimos retoques fueron añadidos por el artista Emilio Caraffa en 1914. âComo en casi todos los edificios coloniales se utilizó ladrillo, piedra de cantera y cal âdetalla el guÃaâ. La mezcla de estilos, neoclásico, barroco, barroco indoamericano, renacentista, algo de románico como se ve en las torrecillas de la cúpula, se debe a que pasaron diferentes personas durante su construcción.â
En el interior, si bien predomina el barroco, hay una mezcla de estilos. Entre el mármol de Carrara y el dorado a la hoja se pueden apreciar vitrales alemanes del siglo XIX, pintura europea de los siglos XVIII y XIX, pinturas cuzqueñas. La Catedral se vuelve más imponente aún por la noche, cuando está plenamente iluminada.
En sintonÃa con el templo mayor de la ciudad, también tardó 200 años la construcción del Cabildo (1599-1775). Los primeros planos datan de 1650. âEn 1750, el gobernador Juárez Celman decidió colocar una torre para asemejarlo al resto de los cabildos en otras provincias âcuenta el guÃaâ. Era una torre reloj de madera que se decidió sacar porque no era segura.â En el Museo del Interior se pueden ver fotografÃas de cuando tenÃa la torre, y de la época en que la calle, hoy peatonal, era aún transitable. La peatonalización fue en el siglo XX, cuando se colocó un empedrado y se hizo el trabajo de asemejar la sombra del edificio en el piso. âFue el arquitecto cordobés Miguel Angel Roca quien lo hizo: él pensaba que mucha gente pasaba por el frente del Cabildo, con la vista hacia abajo, sin mirarlo y lo pasaba de largo. De esta manera, al ver las sombras dibujadas en el piso, intuyó que los transeúntes repararÃan en él.â
En 1810, el edificio fue ocupado por la Legislatura, luego por la gobernación y más tarde por la municipalidad, hasta que en la última dictadura funcionó como sede central de la policÃa. En esa etapa se hicieron varias reformas en las que se destruyeron algunos sectores, aunque la mayorÃa de sus salas se conservan. Hoy funciona como SecretarÃa de Cultura y Centro Cultural, y en el patio se realizan exposiciones, charlas y espectáculos
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