Fotos de Pablo Donadio 441wo
Nada mejor para arrancar la mañana que un buen mate. Y si está fresco, mejor. Desde La casita de Jorgelina, o âLa casita del mateâ, como la llaman los vecinos de Valle Hermoso, las sierras del Valle de Punilla se ven un tanto más tÃmidas que de costumbre, más apagadas que en dÃas de primavera, cuando el sol enciende los quebrachos colorados y ese manto extenso y verde se lleva todas las miradas. Pero el otoño le sienta bien al pago, y Lili y Osvaldo âlos dueños de casaâ hacen sentir cobijados a los turistas con sus delicias y anécdotas. En cuestión de instantes llenan la mesa de panes criollos, bizcochitos, tortas, budines y dulces para reÃrse del âme estoy cuidandoâ y sucumbir ante el placer de lo casero. Todo acompañado por el mate, compañero de la pareja, tuneado con algunos yuyitos bien cordobeses. Hace unos años, cuando se jubilaron (sólo formalmente), ambos decidieron remodelar el living de su casa y abrirlo al público, rememorando algunas recetas familiares que encontraron en un viejo libro de cocina. âHacemos todo a mano y lo servimos recién salido del horno, como si vinieran parientes lejanosâ, explica Lili. Osvaldo pone otro leño al fuego y agrega: âMás que un negocio, nuestra idea es compartir estas viejas recetas, algunas heredadas de Jorgelina, mi madre, una gran cocinera y una referente de la lucha por la igualdad de género en la provincia. En honor a ella, y porque de verdad disfrutamos mucho cuando nos visitan, esta casita está siempre abiertaâ.
A lo lejos corre un viento que sacude árboles, pero la buena onda que trasmiten los anfitriones invita a quedarse toda la mañana allÃ, escuchando sus recomendaciones a la hora de combinar las siempre atractivas actividades serranas con otros rinconcitos que invitan a mimar el cuerpo y el alma con sabores regionales.
CANTANDO Y SABOREANDO âLa Guarida esta más linda que la última vez que viniste. VenÃ, mirá el nuevo dojo de meditaciónâ, invita Federico Shiraldi, chef y dueño del âhotel y spa gourmetâ, como él lo llama. Ya años atrás nos habÃamos sentido como en casa, y además de descansar en las cabañas habÃamos vivido ese ritual que impone la hora de la comida aquÃ, esperando ansiosos saber qué habÃa preparado Federico. Con el paso del tiempo este rinconcito de Capilla del Monte, que no escapa al misticismo sino que lo vive a pleno, fue creciendo hasta convertirse en un referente hotelero y gastronómico, pero sin perder la sencillez. Además del spa con pileta climatizada, el sauna, el cuarto de masajes y el nuevo dojo de meditación, hay noches de gala con ambientación y cocina zen, sin dudas la vedette de La Guarida. âDesde 2001, cuando decidimos dejar Buenos Aires y crear un lugar donde la gente se sintiera a gusto con la comida y el descanso, no nos equivocamos en priorizar la cuestión del trato. Parece algo banal que queda polÃticamente correcto, pero es lo que verdaderamente permite disfrutar de una comida, o no. Este hotel está pensado para adultos que buscan paz y un cambio de ritmo, que quieran abrir los sentidos y permitirse una relajación verdadera. Por eso la carta cantada, que es una forma de compartir lo que uno hace y tentar, desde ahÃ, a quienes nos visitan. Porque lo más importante en nuestro restaurante es cuidar su prestigio, y si bien me gusta el dinero como a todo ser humano, nunca me excedo en atender mucha gente, porque serÃa un contrasentidoâ, dice el chef. Esa carta cantada de la que habla es un rito acompañado, claro, de sus excelentes recetas. La cosa es asÃ: el chef se sienta junto a los invitados, en general parejas, y les comenta qué cocinó ese dÃa, cómo lo hizo y lo que destaca cada plato. Son tres o cuatro opciones de entrada, platos principales y postres, no más, pero siempre efectivas. âAhora tenemos un pollito relleno con ingredientes que nos despiertan reminiscencias árabes. Y tengo unas verduras riquÃsimas sin el sabor metálico y costumbrista de la acelgaâ, propone. Se va rápido a la cocina y pide algo que no escuchamos. Desde lejos, remata: âPor lo demás la magia, como siempre, la ponen los huéspedes y el amor que se tengan, porque sin eso, por más esfuerzos que pongamos en nuestras preparaciones, no lograremos nuestro objetivo de ser ese lugar inolvidable para cada personaâ. Aquà habrá además, del 23 al 26 de mayo, un seminario de Meditación Zen y Armonización Energética.
LAS MEJORES TRUCHASSaliendo por la RN38, en el kilómetro 89,5 se abre un camino hacia el Uritorco que no lleva al cerro sino a La Tramontana, el mejor lugar para comer truchas del centro-norte del paÃs. Allà nos recibe Carlos Rosas, el propietario de un viejo rancho del 1800, que acondicionó respetando su estilo rústico pero al que sumó mucha elegancia. Antiguo criadero de langostas, es hoy uno de los mejores restaurantes de Córdoba, donde la trucha arcoiris se sirve fresca y carnosa, gracias a su laborioso criadero. âHicimos un trabajo a largo plazo para traer langostas de afuera, comprando equipos y criándolas con paciencia. Al ser bichos que no salen de dÃa, habÃa que limpiar, organizar y darles de comer siempre de noche. Fue arduo pero llegaban personas tentadas por el boca en boca, inclusive de otras provinciasâ, nos cuenta. Sin embargo, hace unos años una helada mató a todas las langostas y fundió el negocio, de modo que La Tramontana viró hacia la crÃa de salmónidos: asà ahora las truchas, como entrada con caviar y láminas de salmón rosado, o como principal acompañadas por cuatro quesos, champiñones y verduras, siguen conquistando a los turistas más exigentes. Carlos desvÃa todos los halagos a su mujer, LucÃa, la chef de currÃculum internacional que se destacó en Francia y hoy diseña los platos del lugar. Al fondo hay un gran terreno y una playa de arena que en ocasiones se abre como balneario veraniego, permitiendo disfrutar de un laguito, acampar y utilizar las parrillas. Ese âfondoâ de casa da al Uritorco, y no nos podemos ir de allà sin preguntar a un oriundo del pago qué hay de verdad y qué de fantasÃa. âEstuve mucho tiempo acá y nunca vi nada. Trabajé años dándoles de comer de madrugada a las langostas, y no escuché ni un ruido. Pero una vez un grupo me pidió usar el fondo que da al cerro para hacer unas meditaciones, y accedà porque tenÃamos conocidos en común. Para mi sorpresa, salieron todos llorando. Yo creà que habrÃa sido alguna cosa propia de la sugestión, pero me aseguraron que en la zona hay conexiones que van más allá de lo que vemos, y que debÃa valorar más este lugar que me habÃa tocado. Lo tomé como un cumplido, pero poco después vi unas fotos donde se veÃan unas imágenes azules similares a las descriptas por aquel grupo en el fondo del restaurante. En innegable que algo distinto tiene este cerro, pero hay tanto aprovechamiento que los que pueden ser creÃbles se disipan entre tanto chantaâ, sentencia. Lo escuchamos y lo encontramos coherente... sobre todo cuando, tras partir, a los pocos kilómetros vemos un anuncio que indica la venta de aire âde las sierras mÃsticasâ y no podemos dejar de pensar en ese negocio en el que a menudo se convierte la fe. Al fin de cuentas, el alimento del cuerpo no siempre es el del alma.
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