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Fotos de MarÃa Clara MartÃnez
Llegamos de noche. El cartel verde y luminoso de Empedrado es, para los que viajamos por la RN12 a Corrientes el peldaño anterior a la capital y un buen augurio de cercanÃa. No será un problema encontrar hospedaje, ya que desde hace unos cuantos años la ciudad se ha convertido para los correntinos en el balneario de moda, tanto para los jóvenes como para las familias que llegan a aprovechar sus playas de finas y doradas arenas. Hay varias razones para esta afluencia. Una es la cercanÃa, ya que Empedrado se ubica a 60 kilómetros de la capital provincial, pero también su particular microclima y la belleza de las barrancas, que se desgranan hacia el rÃo, enmarcando y por momentos encañonando el imponente cauce, para formar luego pacÃficos arenales. Por esa zona agreste, rica en flora y fauna autóctonas, paseamos en las primeras horas del dÃa siguiente. Disfrutamos de las imágenes de su puerto, su gran centro pesquero, de la peatonal y los muchos paradores, restaurantes y prestadores que invitan a deportes náuticos como el windsurf, el canotaje y la vela. Pero el viaje cambia rotundamente tras encontrar, casi por casualidad, al cineasta Sebastián Toba. El nos introduce en una historia apasionante que navega aquà entre las sombras y el olvido: la Mansión de Invierno. En minutos, salimos con él al encuentro de un antiguo misterio local.
SUEÃOS DE PODER El rÃo se torna profundo al entrar en Empedrado y talla barrancas sobre las que la ciudad se asienta hasta 64 metros por encima del cauce. Enfrentamos el oleaje cortando el rÃo hasta la âpuerta traseraâ de una antigua residencia, cuyos restos de paredes desmoronadas yacen en plena costa carcomidos por una corriente erosiva, mientras arriba el monte todo lo devora. Es casi imposible llegar allà por tierra, y al ser una propiedad privada hay que pedir autorización, pero los dueños y caseros nunca están. âYo me quedo aquÃâ, dice sin más uno de los lugareños, temeroso de los muchos mitos y leyendas que habitan estas ruinas, mientras amarra la lancha a un tronco.
Caminamos por la orilla, en silencio, subimos un barranco y vemos ya el esqueleto desvencijado del edificio, una gran mole con cimientos y columnatas atravesadas por la furia de la vegetación. Dicen que a fines del siglo XIX el pueblo de Empedrado comenzó a ser concurrido merced a sus atractivos paisajes, y poco a poco se conformó como el balneario de la élite correntina, y después, porteña y europea. Una élite que dejaba de lado Asunción del Paraguay y llegaba hasta aquà en barcos de vapor remontando el Paraná. Para los primeros años del 1900 el paÃs era el granero del Viejo Mundo, y las divisas abultadas algo corriente para las clases sociales acomodadas. Surgió entonces, bajo ese esplendor nacional, una idea atrevida, excéntrica, propia de las esferas de poder. Se iba a levantar a unos kilómetros del pueblo, especÃficamente donde el clima casi no variaba, una mansión descomunal que incluyera suites, salones de lectura, conferencias y bailes, marinas y muelles sobre el rÃo, instalaciones para bañistas y casino. Y éste era apenas el punto de partida para algo aún más colosal: una microciudad selecta con policÃa y prefectura propias, servicio de agua corriente, usinas eléctricas y pavimento, un hipódromo, canchas de cricket, golf, tenis y fútbol, y sobre todo mucho lujo. Ocurre que la temperatura media anual en Empedrado es de 20º C, dando un atractivo subtropical en verano y templado en invierno, sumada a una altitud benéfica para el organismo y cierta lejanÃa de las grandes urbes: una combinación perfecta. Todo ello generó atracción desde siempre, y por eso aún se ven caserones residenciales de estilo francés desperdigados por ahÃ. Pero este proyecto era otra cosa, y preveÃa aquà la contracara invernal de la villa veraniega que los terratenientes, empresarios y polÃticos tenÃan ya en Mar del Plata. A fines de 1910 empezó una formidable edificación con cientos de técnicos y obreros, y tres años después, el 29 de junio de 1913, se inauguró un hotel de cuatro pisos con más de 380 habitaciones, dos subsuelos y un casino unido a las habitaciones por un lago pasillo cubierto de vitrales que se transformaba en invernáculo de exóticas especies vegetales. Privacidad, discreción, suntuosidad y también excesos eran parte de la oferta.
EL FINAL PolÃticos locales, el entonces prÃncipe de Gales, Sara Bernhardt (considerada por muchos la mejor actriz de la historia), el maestro itálico Eneas Verardini y hasta un maharajá árabe con harén y todo fueron parte de los concurrentes a la mansión. âLa historia es inabarcable, no se puede contar en 26 minutosâ, se lamenta Toba, realizador junto a un dream team de la región del documental âMansión de Invierno se buscaâ, que relata la búsqueda de un hombre que intenta develar el misterio de la obra. Pero todo tiene un final y, como dirÃa la más elemental psicologÃa, el desencanto lleva la medida de su poderosa expectativa: a semejante empresa no podÃa caberle más que un sórdido olvido.
Apenas una temporada después de la apertura, estalló la Primera Guerra Mundial y el sueño quedó en la nada. âA cien años de aquello, se sigue hablando de los pocos dÃas que funcionó, y de los lujos, placeres y misterios que permitÃa, albergaba y escondÃaâ, cuentan los cineastas. âNo obstante haber iniciado sus actividades bajo los mejores auspicios, la ciudad de invierno debió clausurar sus puertas antes de cumplir los tres meses de funcionamiento. Se menciona como factor desencadenante el conflicto bélico mundial, sin descartarse el revés económico experimentado por los improvisados concesionarios, inclinados más a las letras y la vida mundana que a los negocios. Poco a poco el escenario de memorables celebraciones de la sociedad porteña y la nobleza europea iba perdiéndose en medio del abandono y espesa vegetación, ante la cómplice indiferencia de los gobernantes de turno y el propio pueblo de Empedrado, cuya apatÃa resulta sorprendenteâ, señaló el historiador y escritor local Emilio Noya. Ante el quebranto financiero, sus propietarios cedieron parte de las tierras al gobierno, y años después pusieron en venta la fracción restante. Tanto la cristalerÃa como las grandes luminarias y muebles fueron a parar al Hotel Bristol de Mar del Plata, aunque varias familias empedradeñas âcomo cuenta el documentalâ atesoran vitreaux, barandas, arañas y vajilla de la âbelle époqueâ que la mansión supo tener. Hay un caso muy singular, el de una cocinera que dio a luz a 10 de sus 12 hijos en el entonces hotel, y a los que ella misma llama âmansionerosâ. En 1943, sin saberse del todo por qué, tres compañÃas de Buenos Aires llegaron a demoler el edificio. Nada quedó entonces, sólo algunas crónicas e historias creÃbles, o no, junto a los muros derruidos por el oleaje.
ALREDEDORES El avistaje de aves, los senderos de interpretación y paseos en mountain bike son algunas de las alternativas de turismo en la zona, que también guarda otros secretos. De paso por el teatro fundado en el año 1916, el camping municipal y el anfiteatro Jerónimo Merello, llegamos a Punta Mercedes, donde en 1865 se libró la batalla entre barcos de Brasil y de Paraguay, y que para no ser menos guarda también su intriga: dicen que bajo la superficie, en algún sitio, una cadena sujeta aún el casco de un barco hundido. Otros enclaves más recientes, pero no menos históricos, se relacionan de algún modo con la mansión. La iglesia Nuestro Señor Hallado, de 1825, venera la imagen de un Cristo crucificado de más de tres siglos, y aseguran que su araña central perteneció a la Mansión de Invierno. La visita final nos lleva a la vieja estación de Empedrado, parte del ramal Monte Caseros-Corrientes, perteneciente antes de la nacionalización del año 1946 al Ferrocarril Nordeste Argentino, de origen británico. Se cuenta que para la inauguración de la mansión llegaron dos automóviles Mercedes Benz (los primeros conocidos en el pueblo) que transportaban invitados desde la parada del ferrocarril directo al casino. Nos tomamos un rato final para comer antes de seguir camino, y los manjares del rÃo, como el pacú y el dorado, llegan a la mesa junto a la chipá y la sopa paraguaya. Allà nos enteramos que hace pocos dÃas una ordenanza municipal declaró Patrimonio Histórico Cultural la mansión, buscando acaso rescatar y proteger las ruinas y una historia que, además de apasionante, puede generar afluencia turÃstica a una localidad que sabe hacer del misterio toda una atracciónz
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