Foto: Gentileza de prensa Peces Raros

En el medio de toda esa estructura conformada por una alfombra de leds, se encontraba una especie de cubo que hacía las veces de escenario. Era similar a lo que se cree que son las plataformas de despegue de las naves espaciales. Por ahí irrumpió la dupla a la 1 de la mañana, junto al resto de los músicos que los acompañan en sus actuaciones. Antes que arrancar con uno de los temas de Artificial, la banda se inclinó por uno de sus clásicos: Sombra en la pared, afín al pulso clínico del productor francfortés Isolée. A la que le secundo una reinvención más pistera de otra canción de vieja data: Aunque me digas que no, y por detrás de ella apareció Insuficiente, cuyas guitarras inmorales aludían a la veta electrónica de Babasónicos. Y es que "nunca nada es suficiente", tal como versa su letra.

Si bien los platenses hicieron de sus shows una experiencia inmersiva en la que probaron todo lo que consiguieron a su paso, desde el viyeísmo hasta un ballet de luces y humo que convirtieron a su propuesta estética en una situación lisérgica, esta vez entraron de lleno en el arte digital. León Greco fue el prodigio detrás de esa fascinante imaginería que, lejos de robar la atención, se volvió funcional al espectáculo. Lo último que se vio así en un evento de un artista local, en cuanto a idea y ventura, es lo que hizo Sergio Lacroix para Hernán Cattáneo o Babasónicos. No obstante Greco, el realizador formado en Diseño para iluminación de espectáculos y bisnieto del fundador del Museo de Bellas Artes, en ningún momento olvidó que estaba a cargo de una puesta para música electrónica.

Lo que logró el artista visual fue sacar a Peces Raros del crossover entre recital y fiesta para convertirlo en un proyecto propiamente de electrónica. De la misma forma que Modeselektor, Justice o The Chemical Brothers, a los que por cierto tributaron con su apropiación de Hey Boy, Hey Girl. Es verdad que no son tan orgánicos en vivo como los platenses, que mechan instrumentos con secuencias, pero no dejan de ser grupos. Y por demás influyentes. Al mismo tiempo que en la inmensa estructura se producían fundidos en rojos, se esparcían cosas similares a vidrios rotos o se postulaba la esencia femenina de la robótica, la dupla seguía repasando su obra. Cerca, Fabulaciones y En efecto sonaron uno tras de otro, enlazados entre sí, hasta que finalmente llegó el disco en cuestión.

Largaron con Frecuencias, Óxido y Nada es para siempre, en la que, pese a que ambos frontman pelaron sus guitarras eléctricas, ese bombo en negra mantuvo inmutable su inmersión en el techno. En tanto todo esto acontecía en el escenario, a los costados del predio las pantallas rectangulares reproducían a los músicos actuando, con imágenes editadas en tiempo real, lo que brindaba una sensación de teatralización. El hit Cicuta sirvió de antesala para el tema Artificial, que se fundió con otro de sus himnos: A donde quieras. Lucio y Marco testearon todo lo que ensayaron, incluso su condición de crooners electrónicos, a lo Matthew Dear. En esa instancia del show, casi al final, la sorpresa era cosa del pasado, y el público se entregó al baile puro, llano y sin escrúpulos: lo más tribal que le queda a la Humanidad.

Foto: Gentileza de prensa Peces Raros



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