Bajo naranja.

Para la programadora, muchas películas nacionales e internacionales de este año “tienen que ver con la adolescencia y las infancias, pero sobre todo con el momento de la pubertad, de despertar sexual, de adolescencia, de primeras experiencias sexuales, nocturnas y de o con las drogas, que suelen ser más o menos al mismo tiempo”. Es el caso del mediometraje Une nuit, à travers champs, del francés Guillaume Grélardon, sobre dos amigos que deciden ir a una fiesta en un conocido club nocturno del barrio de clase trabajadora donde viven. También del largometraje argentino Vera y el placer de los otros, de Federico Actis y Romina Tamburello, centrado en una adolescente que alquila de forma clandestina un departamento a otros jóvenes para que puedan tener sexo, un vehículo para explorar su propia sexualidad.

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De adolescencias, aunque un tanto más tardías, versa Bajo naranja, filmada en la Argentina por el estadounidense Michael Taylor Jackson, quien en la ficción se pone en la piel de un mochilero californiano que viaja a Buenos Aires con el objetivo de rendir homenaje al pirata que conquistó su ciudad natal de Monterrey, pero termina envuelto en una relación poliamorosa con una banda de jóvenes actores que conspiran para secuestrar al embajador norteamericano. Otro joven es el protagonista de El placer es mío, de Sacha Amaral. Su nombre es Antonio, se dedica a la venta de marihuana y establece conexiones con personas que conoce a través de aplicaciones, aprovechándose de ellas para robarles dinero con la idea de emprender un viaje sin retorno hacia un destino sureño.

Y hablando de viajes, uno hasta el Impenetrable chaqueño enciende la mecha narrativa de Al Impenetrable, de Sonia Bertotti. Es el que emprenden tres jóvenes para hacer un programa de TV sobre las condiciones de vida de los Qom, pero al llegar descubren que la comunidad ha desaparecido y no tienen ni la más remota idea de cómo volver. Por su parte, en Las demás, ópera prima de la chilena Alexandra Hyland, hay dos amigas que deben enfrentar la hostilidad del sistema sanitario para que una de ellas se practique un aborto. La última película de competencia de ficción es Sánguche caliente, del sueco-uruguayo Manuel Facal, que sigue a un chico que, harto de su trabajo en una hamburguesería, viaja hasta Buenos Aires para vender su colección de muñecos para dedicarse a hacer podcast, un plan que se pone en peligro cuando le explote en el cuerpo una bolsa de cocaína.

La variedad también impera entre los documentales, sección que engloba desde Fuck You! El último show, de José Luis García, hecho sobre la base de grabaciones inéditas de los preparativos y el desarrollo de la presentación del último disco de Sumo en el Estadio Obras, hasta El otro mundo de Sofía, de la brasileña Rapha Erichsen, que registra la lucha de la madre de una nena con un síndrome muy extraño para mejorar su calidad de vida utilizando cannabis, cuando en ese país todavía el cultivo era ilegal.

Una lucha similar a la de varios de quienes prestan testimonio tanto en Quemando fronteras, en la que el realizador Leonardo Ferron Baggio recorre más de treinta mil kilómetros para dar voz a activistas, especialistas y ciudadanos fundamentales en este proceso, como en Higher Power, de Dewey A Ortiz Jr., que explora las disputas en Washington, D.C. por la legalización del cannabis. La oferta de documentales se cierra con Bajo el sol del rocanrol - El universo creativo de Jorge Pistocchi, dirigido por Mónica Simoncini y Omar Neri, que propone un retrato del editor y periodista Jorge Pistocchi y de toda una generación que lleva en su equipaje el rock.

* La programación completa y la grilla de horarios está disponible en el sitio del FICC

Sánguche caliente.

Cruzar las fronteras

Más allá de las dificultades en la escena cultural nacional, el FICC continúa creciendo hacia los países limítrofes. Luego de haber tenido ediciones en Chile y Uruguay, sus responsables están trabajando junto a los integrantes del Cannabis Monitor Brasil para lanzar una versión en Río de Janeiro a mediados de 2025. “Cuando empezamos no había una propuesta similar. Ahora, como el cannabis está cada vez más aceptado socialmente y teniendo más leyes, nos llaman cada vez que se abre un festival similar porque tenemos experiencia”, cuenta Bystrowicz antes de destacar que se está armando una red de festivales cannábicos junto a colegas de México, República Dominicana, Brasil, Chile y Uruguay. 

“La idea es poder intercambiar programación, os e ideas, además de sostenernos entre nosotros. Nosotros ya armamos una red a nivel local con organizaciones y otros sectores, y otra internacional. Es un poco la estrategia para sostenerse en estos tiempos difíciles, que no será la primera ni la última crisis que atravesaremos. De hecho, pasamos la pandemia, así que ésta también la vamos a pasar”, señala la realizadora. 

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