Hay un momento de Thunderbolts* (así, con asterisco final) en que uno de los personajes dice algo así como "ya no están los Avengers para protegernos". Si bien la frase refiere a los habituales riesgos para el mundo (o Estados Unidos, que para Hollywood es lo mismo), es sobre todo un lamento de Disney, que desde la partida de Iron Man, Black Widow y el resto de la troupe que timoneó los destinos de la taquilla durante la década pasada busca con desesperación quién puede recoger la posta. Por ahora no estuvo ni cerca de encontrarlo: todas las películas de Marvel pos pandemia hicieron agua tanto en términos artísticos como comerciales.Sin ir más lejos, la reciente Capitán América: un nuevo mundo –con Falcon asumiendo el liderazgo legado por el personaje del título– tuvo críticas dispares y recaudó 415 millones de dólares en todo el mundo, muuuuy lejos de los 1500 millones de la primera Avengers (2012) y aún más de los 2800 millones de Endgame (2019).
No es descabellado pensar que quien hace las veces de villana tiene intenciones muy parecidas a las de Disney. La mujer (Julia Louis-Dreyfus) es la flamante directora de la CIA, pero apenas asume debe dar cuenta en el Congreso de su reciente actividad en una compañía tecnológica que, tras bambalinas, intenta crear súper soldados. Dado que no hay que dejar cabos sueltos, le parece necesario liquidar a quienes se encargan justamente de eso, de atar los cabos limpiando y ordenando sus líos.
Más pronto que tarde, ellos (Yelena Belova, Bucky Barnes, Red Guardian, Ghost, Taskmaster) descubrirán el verdadero motivo de su visita –y otro elemento que más vale no adelantar, pues spoiler– y deberán trabajar mancomunadamente para desenmascararla. Ella es de carne y hueso, su deseo es el poder y su motor, la ambición: es un mal citadino y en minúsculas, con una motivación carente de intenciones maquiavélicas de dominación planetaria.
Con sus protagonistas llamados "los nuevos Avengers" dentro y fuera de la ficción, Thunderbolts* es un buen primer paso en el camino hacia el liderazgo, una película de indudable raigambre introductoria a un universo que tiene materia prima para crecer sin deformarse. Peca, igual que sus predecesoras espirituales, de confundir gravedad con profundidad cuando pone a sus personajes a sermonear sobre los puntos oscuros del pasado, una trampa en la que cae bien avanzadas las dos horas de metraje y mediante un dispositivo que parece sacado del ideario de Christopher Nolan.
Pero durante gran parte de su relato se maneja con soltura en ese tono de comedia liviana de acción, a lo que le suma un tanto más de aplomo para no andar guiñándole el ojo al espectador cada tres minutos ni hacerse la canchera aun cuando el sustrato no es otro que los casi veinte años de cine superheroico. Es un gesto de humildad acorde a un grupo de descastados que, a excepción de uno de ellos, no parecen tener ningún tipo de poder especial.
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