
El disco, entonces, se escucha como un manifiesto sobre el quehacer artístico. Su aparente simpleza no es el resultado de un trabajo sencillo. Juanito se tomó años para terminarlo. Fue paciente y esperó hasta tener perspectivas diferentes de sus propias canciones. Se permitió pasar de niño a padre. “Lo que fui haciendo fue trabajar en sesiones esporádicas, grabando varias veces las mismas canciones en diferentes situaciones, diferentes estudios. Dejándolas guardadas sin escuchar durante mucho tiempo. Y mucho después, volver a escuchar ya habiendo tomado distancia”, cuenta.
“Soy feliz cantando/ Pero algo más me grita desde el fondo/ Busco y no se deja ver/ Pero entonces golpean a mi puerta/ Los límites de la belleza/ Un abismo empujándome/ Y el afán de darle vueltas”, canta en “Los límites de la belleza”, un tema que funciona como el tronco conceptual del álbum. Allí también entran en juego las propias convicciones y la fragilidad con la que realiza su trabajo. “Cualquier artista que hable de esto con honestidad te va a decir que lo que uno hace es una batalla diaria. Es una zona de mucha fragilidad, porque estamos hablando de algo que es intangible. No hay manera de demostrar que lo que hacemos está bueno. Es algo en lo que uno tiene que creer. Aunque sea un artista que lleva miles de personas a sus conciertos, igualmente puede sentir eso que se llama síndrome del impostor. Pasa todo el tiempo”, dice. Y agrega: “Para mí la mayor riqueza del arte es que no tiene utilidad. Después la industria se la encuentra, porque vendés discos, vendés entradas. Pero en sí el arte no la tiene y eso es lo mejor. Se pone en juego algo que es muy profundo y único. Y me parece que si no tenemos cuidado, hay muchas distracciones que pueden hacer que te olvides de eso y que incluso lo pierdas”.
El afán de darle vueltas también le permite a Juanito un repaso aún más personal sobre su propia vida y su crecimiento. “Desde el último disco que publiqué, pasé de tener una hija a tener tres”, dice. Debutó como solista en 2007 con 12 canciones de amor y 1 botella de vino, un álbum que fue pensado como un diálogo con “el niño interior”. En 2014 apareció El sueño de las ballenas, que “tenía más que ver con con el frío”, cuenta. “Yo me imaginaba estar en una especie de iceberg. Era una historia con una épica que tenía más que ver con un viaje en la nieve, una cosa así. Eran imágenes que yo tenía para construir el universo y sentía que me delimitaban por dónde buscar”, explica. Esos discos, dice, hoy le suenan hechos por una persona que no existe más: “Noto rasgos que todavía me acompañan. Siento que también eso me permite disfrutarlos más que en algún momento más cercano a haberlos hecho, donde por ahí no los quería ni escuchar. Pero fueron procesos muy hermosos, muy distintos entre sí”.
Con su vida dedicada actualmente por completo a la música, Juanito reflexiona sobre el paso iniciático de un artista hasta el momento en que logra trazar un camino propio. “De repente empezás a ver que algunos soldados en la batalla se van alejando”, dice. “Porque es un camino también muy difícil. No tanto por la incertidumbre económica o esas cosas, sino por la incertidumbre de sentido. Siento que dedicarse a componer y a mostrar la música que uno hace implica un desafío muy grande. Y con el paso del tiempo cada vez más. Por eso valoro mucho en lo personal estar haciendo esto. Pero también siento una satisfacción viendo a mis colegas. También de estar en esta ciudad, que es increíble. Este país, en realidad, que tiene una intensidad y una calidad artística superlativa. Es inspirador”.
Juanito El Cantor presenta El afán de darle vueltas el viernes 20 de junio, en Cultural Thames, Thames 1426. A las 20.
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