En 2023, aquí ganó Javier Milei por casi el 53 por ciento de los votos. Ana María dice que conoce a muchas y muchos votantes libertarios, que charla con ellos en su negocio. ¿Hoy se los nota arrepentidos? "Algunos, pero te diría que muchos, no. Los jóvenes, sobre todo, están con Milei. Por ahí son hijos o nietos de gente que la pasó muy mal con otro gobierno de derecha, porque acá mucha vuelta no hay, cuando sube la derecha la industra la pasa mal, nosotros la pasamos mal. Yo no soy analista y no lo puedo explicar, pero es como si hubiera una desconexión entre lo que piensan y lo que les pasa o les pasó a sus familias", analiza. 

El 80 por ciento de la industria fueguina se concentra aquí en Río Grande, con varias empresas. Una de las principales es Mirgor, que tiene 3 plantas acá, 3 en Buenos Aires (Baradero, Zarate y Escobar) y otra en Rosario. Su accionista mayoritario es Nicolás Caputo, familiar del ministro de Economía, y su principal producción local, celulares (también aires acondicionados, autorradios y módulos electrónicos). Los trabajadores locales toman nota de que la firma, que nació como una autopartista, ahora se diversifica a otros rubros de agro, tecnología y turismo, incluyendo la construcción de un hotel de lujo en Ushuaia. Otras firmas son Newsan, de Rubén Cherñajovsky -quien creó un imperio a partir del régimen fueguino-, BGH, Electrofueguina, Radio Victoria y Solnik.

Hoy muchas y muchos trabajadores de estas fábricas, cerca del 40 por ciento, no tiene un empleo en relación de dependencia. Hay muchos "PPD" (Planta de Prestación Discontinua), una modalidad que garantiza solo cuatro meses seguidos de trabajo, inventada hace años en el marco del acuerdo firmado por la UOM con la cámara de empresas electrónicas Afarte, por fuera de la ley de contrato de trabajo. O, directamente, contratados por períodos aún más cortos, que se renuevan intermitentemente.  

La isla

Durante nueve días con sus noches, con temperaturas de 5 grados bajo cero, las y los operarios de estas firmas se apostaron en las puertas de las plantas, improvisaron carpas con pallets y naylons, mantuvieron fuegos prendidos en grandes tachos. Se mostraron con su ropa de trabajo y banderas argentinas. Fueron jornadas que califican como históricas, incluida la del paro general, al que adhirieron inéditamente hasta los colegios privados y los comercios de barrio -salvo la Cámara de Comercio, que obligó a los trabajadores de los supermercados a asistir, aunque no pudieron atender al público porque estaban bloqueadas las entradas-. "Todos somos metalúrgicos", "La 19.640 no se negocia" (en referencia al régimen de promoción industrial), fueron frases que resonaron. 


"Estábamos al mediodía votando levantar el paro en la asamblea, por el acuerdo, y ya estaban llegando los mensajes de la empresa de que el turno tarde entraba a a trabajar. A muchos nos estaban llamando para que hagamos sábado y domingo. Es obvio que vamos a trabajar extra de acá a diciembre, que van a querer sacar todo el stock, ¿y después qué?", reitera la pregunta Paula Regalde. 

Paula repasa las palabras de Sturzenegger como "una ofensa dolorosa" que "por ahí prende por el desconocimiento": "(Tierra del Fuego) debería ser un parque de diversiones mundial que reciba millones de turistas al año", opinó el ministro. "¿Y que hacemos? Le degradamos el paisaje con galpones industriales. Es como si a los norteamericanos se les hubiera ocurrido hacer un parque industrial en Yosemite o Yellowstone".

"Yo le digo al ministro y a todos los que nos atacan en las redes, que vengan y conozcan. Que vean cómo se trabaja y cómo se vive acá. Que piensen, ¿qué pasa si nos vamos todos y despoblamos este lugar? Perdemos soberanía. Es lo que están esperando los ingleses, los norteamericanos. Es lo que están buscando para la isla y el continente, para toda la Patagonia", cree Paula. 

Los habitantes de Río Grande hablan de "la isla" y "el continente" para delimitar un afuera y adentro que tienen naturalizado, como el hecho de que para "salir" de su provincia tienen que atravesar el Estrecho de Magallanes, y pasar por cuatro fronteras.  Piden y repiten "que vengan a conocer acá". Se repiten palabras como tristeza, bronca, injusticia, con acentos de todas las provincias: el altísimo flujo migratorio constante que tiene este lugar genera unos 7 mil cambios de domicilio por año, pero también arraigos duraderos. 


"El tema de la 19640 es recurrente, el temor a que levanten todo y se vayan, siempre está. Pero esto es un mazazo. Lo vivimos con mucha angustia. Yo soy nacida y criada y no puedo decir: me vuelvo. Somos de acá. Mi marido vino hace 37 años, pero para él también este es su lugar de arraigo. Ninguno de los dos trabajamos nunca en una fábrica pero sí entendemos la importancia de las fábricas en nuestras vidas", dice Lorena Uribe, una periodista cuya familia llegó exiliada de Chile hace 47 años. 

Gente de trabajo

"Esto es una devastación", repite Marcela, con la angustia en la voz que al final de la entrevista se volverá llanto. Vive en Río Grande desde hace 43 años, 20 de los cuales ha estado trabajando en una de las plantas del parque industrial. En todos estos años pasó por distintas áreas, y ha fabricado televisores, radios y alarmas para vehículos, aires acondicionados para las camionetas Toyota, en otros tiempos autopartes. 

Llegó a Río Grande con su madre cuando tenía 4 años, dice se acostumbró al invierno, a "lo hermoso y lo duro de la isla". Hoy tiene dos hijas y dos nietos fueguinos. 

Marcela se entusiasma cuando habla de su trabajo, no oculta su orgullo: "Somos Oro en calidad, estamos certificados, y somos exigentes con nuestro laburo porque esto es lo que somos, lo que hacemos acá". Le gusta contar lo que hace: "Armamos las placas desde el principio, se ponen los componentes manualmente, y también hay unos robotitos de bracitos que te ayudan. Se hacen los cableados, se ponen los tornillos, se cortan las partes, hasta que queda fabricado el producto final. A eso se llama ensamblar, ¡ensamblar es fabricar! No es poner una etiqueta y meter en la caja, como dicen en la televisión. Eso se hace, también, pero es el último paso", reclama. 

"Acá no hay ni vivos ni vagos, acá hay gente de trabajo. Trabajamos 9 horas parados, y hay muchos que quedan lesionados por la tarea repetitiva y constante que se hace. Yo misma, tengo las vértebras gastadas porque soy muy alta para la mesa de trabajo", cuenta. Su marido tiene 62 años, trabajó 35 años en otra empresa electrónica; el año pasado, por lesiones, tuvo que pedir el retiro. Hoy no se puede jubilar, aunque le sobran años de aportes, aun no tiene la edad mínima. "Tiene que esperar a cumplir 65 años, y sobre todo rezar para que la ley no cambie", razona Marcela.

Marcela piensa que hay que poner un parate a todo esto, como también hay que poner un parate "a que le peguen a los viejos y los maten de hambre". Recuerda cuando, durante la pandemia, en Río Grande se fabricaron respiradores. "Ni en pandemia dejamos de trabajar, íbamos con máscaras, con acrílicos separadores. Fabricamos respiradores que salvaron vidas. Pero claro, de eso nadie se acuerda hoy. Conviene más decir que somos gente que la tiene fácil. Esto es el mundo del revés", concluye. 



Este es un contenido original realizado por nuestra redacción. Sabemos que valorás la información rigurosa, con una mirada que va más allá de los datos y del bombardeo cotidiano.

Hace 37 años Página|12 asumió un compromiso con el periodismo, lo sostiene y cuenta con vos para renovarlo cada día.

Unite a Página|12
Icono de carga
Tu navegador tiene deshabilitado el uso de Cookies. Algunas funcionalidades de Página/12 necesitan que lo habilites para funcionar. Si no sabés como hacerlo hacé CLICK AQUÍ