Juan Manuel Navarro es el actual dueño de la reconocida churrería El Topo y en una charla amena en la 750 contó los orígenes de la pyme y cómo se convirtió en un clásico argentino.

Los orígenes de El Topo

La historia de El Topo comenzó hace mucho tiempo, a mediados de los años 60, cuando el padre y el padrino de Juan Manuel repartían películas en moto. “Tuvieron un accidente y cuando se recuperaron no quisieron seguir haciendo más lo mismo”, recordó.

El primero en recuperarse fue su padrino, quien empezó a repartir churros en El Sol de Galicia y notó el movimiento que generaban. “Le dijo a mi viejo: ‘es por acá’”, contó. Así nació el emprendimiento que, con algunos tropiezos iniciales, logró convertirse en una marca emblemática.

La primera churrería la abrieron en Belgrano, pero sólo duraron tres meses: “Los echó el consorcio por los olores”. Luego probaron suerte en Paternal, sin éxito, y estuvieron a punto de abandonar. Pero un amigo en común les sugirió mudarse a Villa Gesell. En 1968 abrieron allí su primer local costero, marcando el verdadero inicio de El Topo.

“Desde el principio, tenían claro que querían un emprendimiento propio. Pensaban en un nombre simple como Fábrica de Churros, pero en esa época un personaje muy particular recorría los negocios de Gesell recomendando nombres para las marcas. Era como un asesor de marketing. Decía que había que poner nombres de personajes del cine o la televisión”, agregó.



Una marca puramente argentina

Con el tiempo, El Topo se volvió una marca reconocida por su originalidad y, sobre todo, por el catálogo de sabores. “Desde nuestro inicio fuimos bastante revulsivos con el tema de los sabores”, aseguró. En 2009, cuando abrieron su primer local en Buenos Aires, ofrecían apenas cinco sabores: membrillo, dulce de leche, pastelera y roquefort. Hoy tienen 23. “No quiero tener más. El otro día pensaba qué fácil era cuando teníamos menos sabores”, dijo entre risas.

Parte del crecimiento viene también de su interacción con los clientes en redes sociales, lo que ha influido en la creación de nuevos sabores. Pero el avance también implica desafíos. “Hay que ir acostumbrándose e ir viendo cómo cambian las reglas de juego. Tratar de acomodarse para seguir creciendo”, advirtió.

El último paso -hasta el momento- fue la apertura de un nuevo local en Caballito. “Es una gran apuesta, pero sabemos que local que abre, local que trabaja”, afirmó Navarro con confianza pero también poniéndose “en los zapatos” de otros emprendedores que “comienzan de cero”.

Aunque reconoció que la baja de la inflación ayuda en la proyección de precios, también destacó que “hubo un aumento muy fuerte de los costos fijos de los servicios que antes no había. Nosotros queremos hacer un precio competitivo, no matar a la gente”.

Sobre el último verano en la Costa, Navarro apuntó que el consumo cayó un 25% respecto a 2022 y 2023, aunque “ya volvió a los niveles prepandemia”.

Somos una marca que sigue creciendo. No podemos decir que los números son los de antes porque trabajamos cada vez más. Esto nos permite hacer un montón de cosas, como generar fuentes de trabajo directas e indirectas”, cerró.