¿Y por casa cómo andamos? En la medida en que el gobierno de Javier Milei tiene virtualmente paralizado al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), parecería que por acá no hay mucho de qué preocuparse. Casi no hay rodajes en marcha y las películas nacionales ya finalizadas –como las que en estos días se pueden ver en el Bafici- están libradas a su propia suerte. Tampoco, hay que decirlo, las plataformas extranjeras fueron gravadas en su momento con ningún tipo de impuesto para favorecer a la producción local, como tantas veces el sector audiovisual se lo pidió al gobierno de Alberto Fernández, una oportunidad desaprovechada por las gestiones de Luis Puenzo y Nicolás Batlle al frente del Incaa y de Tristán Bauer en el Ministerio de Cultura. Si Netflix hoy produce cine y series argentinas (como Atrapados y la inminente El Eternauta) es simplemente porque le conviene, en tanto hay talento argentino que puede rendir a nivel internacional. Pero un pequeño puñado de producciones al año –cuyo copyright ni siquiera queda en el país- no puede suplir a una política audiovisual sustentable en el tiempo. 

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